DIABLADA PUNEÑA O DANZA DE LOS DIABLOS
Armonía con el cielo y la tierra
Con pasos y movimientos que exigen destreza, además de vestidos elegantes y lujosos, los danzantes de la diablada reafirman la riqueza de una expresión mestiza, urbana y mágico-religiosa que forma parte del patrimonio cultural del Perú.
ESCRIBE: JESÚS RAYMUNDO TAIPE
FOTOS: ALBERTO ORBEGOSO SIMARRA
En las alturas, la diablada acerca naturalmente los mensajes del cielo y la tierra, hasta que se confunden en un solo mundo mágico. Esta riqueza convenció al antropólogo José María Arguedas para definir a la danza mestiza y urbana como la más espectacular y simbólica, y destacó a los personajes por lucir los trajes más brillantes y múltiples.
Juan Meneses, integrantes del Conjunto de Sicuris del Barrio Mañazo, comenta que la diablada puneña no es un pasacalle, sino fundamentalmente es una coreografía con figuras y mudanzas. "Se trata de una representación de la lucha entre el bien y el mal, entre el diablo y los ángeles, quienes son los que siempre triunfan. Ellos siempre danzan acompañados por las diablas".
EN HONOR A LA VIRGEN
En el departamento de Puno, la diablada se representa en Puno, Chucuito, Huancané y San Román. Todos los años, en la octava de la festividad de la Virgen de la Candelaria –que es el siguiente domingo al 2 de febrero– las comparsas compiten en el concurso organizado por la Federación Folklórica Departamental de Puno.
Cada conjunto reúne a un mínimo de 500 danzantes y un máximo de mil, como es el caso de la Asociación Folklórica Espectacular Diablada Bellavista. En realidad, todo depende de la capacidad económica de las asociaciones.
Una banda musical cobra hasta 8 mil dólares por acompañar durante una semana, y un traje estilizado, bordado con hilos de plata, cuesta 2,500 soles. Los personajes principales que representan a Satanás y a Lucifer se llaman caporales, debido a sus vistosas capas. Destaca también el Arcángel San Gabriel. La que acompaña a los diablos es la china supay, también conocida como cachu-diabla, quien realiza movimientos lujuriosos que tientan al mundo. Hay que anotar que desde 1940 se incorporó una corte de chinas diablas.
A diferencia de la diablada boliviana, que incorporó animales como león, cóndor y oso, la puneña acogió a personajes humanos o "figuras" como el viejito o dueño de la mina, el piel roja y el mexicano, y a animales como gorila, oso, león, elefante, cóndor y llama. Además, incluye a un esqueleto danzante, quien representa al fallecido que comparece en el Divino Tribunal para ser entregado al demonio o al Arcángel.
HUELLAS DEL PASADO
Varias leyendas y tradiciones relacionan la danza de los diablos con el culto a la Virgen de los Mineros o la Virgen del Socavón, conocida como la Virgen de la Candelaria. El padre Rubén Vargas Ugarte señala en Historia del culto de María en Iberoamérica que desde el 2 de febrero de 1583 la Virgen de la Candelaria asentó sus reales en el Collao y las comarcas colindantes.
El doctor Ricardo Arbulú señala que los antecedentes de la diablada se remontan al siglo XVI, en que los jesuitas realizaban acciones de catequización desde Juli, conocida como "Roma de Indias". El padre Diego González Holguín, autor de Vocabulario General del Perú, informa que debido a que los nativos se inclinaban al canto y la danza los misioneros les enseñaron a representar los Siete Pecados Capitales y el triunfo de los ángeles sobre los demonios.
Por su parte, la antropóloga y etnóloga boliviana Julia Elena Fortún afirma en La danza de los diablos que la diablada es originaria de Europa y que en 1789 se representó por primera vez en Oruro, Bolivia, y después se difundió a otras zonas del altiplano. Se trataba de una farsa dialogada –llamada impropiamente auto sacramental– en la que intervenían Satanás, Lucifer, los Siete Pecados Capitales y el Arcángel San Gabriel.
El doctor Enrique Cuentas Ormachea, en un artículo publicado en 1986 en Boletín de Lima, comenta que los dominicos y jesuitas alentaron, sin proponérselos, el trasfondo religioso y filosófico de los nativos. Ellos, para evitar ser dañados por el demonio occidental, a quien llaman Supay, terminaron invocándolo y rindiéndole culto.
Con el tiempo, la diablada es aceptada en América y experimenta un proceso de cambio continuo. El antropólogo cusqueño Jorge Flores Ochoa afirma que se enriquece con más adornos, trajes, colores, coreografías y grupos de música. "Por eso, tratar de precisar que un elemento cultural de esta naturaleza se originó en tal sitio y en tal fecha, sin un documento escrito, es pura suposición".
PATRIMONIO CULTURAL
La historiadora Mariana Mould de Pease señala que el patrimonio inmaterial, también conocido como patrimonio vivo, está constituido por las expresiones culturales no tangibles. Se transmite de generación en generación y es recreado de manera permanente por las comunidades. "No conoce fronteras porque es intangible. Así lo consigna la Convención de la Unesco en la que están suscritos países como Bolivia, Chile y el Perú".
En este sentido, la danza, la música y las expresiones de la cultura inmaterial no requieren de pasaporte para pasar de un país a otro, o de una región a otra. "Es el pueblo quien los adquiere, los toma y los considera como propios. Tratar de hacer de la diablada un reclamo internacional es desconocer la dinamicidad del hecho cultural y sus posibilidades de su difusión", afirma el doctor Flores Ochoa.
La diablada, como todo hecho folclórico, está sometida al cambio. Como se sabe, el folclore no tiene autor ni reconoce autores, ya que sus características exigen que sea anónimo. Pertenece al pueblo entero.
Ello explica por qué diez años después de que un oficial danzante de la Policía propusiera en Puno acelerar la música, Bolivia también adoptó la iniciativa como suya.
Sobre la inspiración de las máscaras de rostros retorcidos y ojos saltarines, el artesano boliviano Antonio Vizcarra le comentó a Julia Elena Fortún que los modelos los copiaba de revistas extranjeras. Tiempo después, la fuente confesó al doctor Flores Ochoa, en La Paz, que solía recurrir a las fotografías de National Geographic.
En Bolivia y el Perú se aprecia complejidad en los trajes, en el baile y en el número de participantes. Nadie puede negar que los elementos de uno y otro país se intercambian. Las bandas bolivianas, por ejemplo, asimilan lo peruano cuando tocan en Puno. Además, hay bolivianos que danzan para la Virgen de la Candelaria. De esta manera, esta danza que le pertenece a la humanidad garantiza su vigencia.
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