En 1942, es decir, cuatro años con posterioridad a su testamento de 1938, el benefactor de la Universidad Católica, José de la Riva Agüero, se expresó así:
"...nuestra Universidad Católica de Lima, foco ardoroso y fulgente de peruanismo, y fundada y presidida por el santo sacerdote francés que venerarnos y festejamos, como para explicar y simbolizar mejor que es inconcebible que el patriotismo peruano exista siquiera desviándose de la imborrable y gloriosa herencia latina, y de la substancial raíz católica. Quien ose apartaros de una cualquiera de ambas, reniega de la patria y procura anonadarla, porque intenta cegar sus dos más puros y hondos manantiales. No nos empequeñezcamos con fingidas y solapadas modestias. Sin vanas jactancias, permitidme, con estos labios que jamás han manchado la impostura ni la lisonja, recordar ahora dos verdades palmarias: la Universidad Católica de Lima, por el mero hecho de subsistir demuestra que la libertad más preciosa, la del alma, se mantiene en suelo peruano; y su actividad, ánimo y florecimiento la constituyen en la gallarda y denodada vanguardia del orden moral y de la religión católica, doble y sagrado fundamento de nuestra patria. Al venerable Monseñor Dintilhac, y a los que con él erigieron esta Universidad Católica, libre y ya hoy felizmente Pontificia, vivos unos, otros ya fallecidos, nuestra salutación más agradecida y vibrante. Ellos creyeron, cuando nosotros dudábamos. Ellos persistieron cuando nosotros nos dejábamos seducir por el monstruo del estatismo y la idolatría niveladora, o enervar por la inseguridad en las tan internitentes y escasas cualidades criollas de autonomía y perseverancia. Han tenido razón, han vencido los tropiezos más arduos, a pesar dc la mezquindad y tacañería del medio. Y cuando llegaron para el Perú los momentos dificiles de efervescencia revolucionaria y anárquica, la menospreciada y pobre Universidad Católica fue el baluarte de todos nosotros, y el único e invocado refugio que señaló la senda contra la desorientación, el apocamiento y la apostasía de los demás.
El padre Jorge Dintilhac, el admirable Rector, ha superado hasta ahora todos los obstáculos, con esa mansa y callada impavidez, con esa milagrosa suavidad que encubre el valor impertérrito y que es el sello divino de los elegidos. Ya obtience su cabal rccompcnsa, con estas generaciones aquí representadas, con los hijos de su esfuerzo docente, con los frutos de la Universidad Católica limeña, que son honor de las grandes profesiones, y que deben aquí jurar conmigo defender a su madre de las asechanzas que pueden un día asediarla, desembozadas y furibundas o hipocritas y torvas. Juremos preservarla íntegra: sin renuncios, retrocesos ni cobardías; y con ella la irradiación de las supremas verdades de la religión y sanas doctrinas, que impedirán el desquiciamiento de nuestro amado Perú".
Afirmación del Perú; Tomo II; Fragmentos de un Ideario; Pontíficia Universidad Católica del Perú; Lima, 1960; páginas 179 y 180.
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